TIEMPOS QUE ME GUSTARÍA OLVIDAR.
La calle estaba vacía, impropio a esa hora, ayer, todo era bullicio y aglomeraciones; miles de personas caminaban de prisa de un lado a otro. Hombres y mujeres trabajadores que terminada su jornada laboral deseaban llegar a casa para sentarse a la mesa con su familia, niños con sus carteras a la espalda salían del colegio para acudir a casa. Hoy, todo es silencio, nadie camina deprisa en busca de un plato de comida, las tiendas están cerradas, los bares con las persianas cerradas y las mesas recogidas. Todos están en casa.
¿He dicho todos? No! algún coche que otro, eso sí muy pocos pasan con una persona conduciendo, solo una dentro de cada vehículo, me fijo en un coche parado en un semáforo, me llama la atención una gran línea amarilla que lo atraviesa a lo largo. Dentro su conductor, mira al frente, su mirada, como ausente, perdida en la distancia. Unas lágrimas resbalan por sus mejillas dejando sus ojos brillantes pero sin expresión. Me imagino muchas cosas que le habrán podido ocurrir hoy para que se encuentre así: lo habrá dejado su novia, lo habrán despedido, Estará llorando por algún familiar, estas y muchas más historias bullían por mi mente.
El semáforo se puso verde y vuelvo a mirar al coche que esta a mi lado y un escalofrío recorre mi cuerpo, no hay ningún coche, ni ningún atasco, no hay nadie, estoy sola. Aprieto el acelerador, estoy deseando llegar a casa. ¿Lo habré imaginado todo? pero al coger una curva, veo el coche gris con una enorme línea amarilla pintada de puerta a puerta. Esta incrustado en la mediana mi miedo se acrecienta, ha chocado con el quitamiedos. Mi primera intención es seguir mi camino y llamar a la policía en cuanto pueda parar. Casi sin darme cuenta aminoro la marcha hasta detener el coche al lado del coche gris. Nadie pasa solo yo. con mucho miedo me acerco a la ventanilla del conductor y compruebo con estupor que no hay nadie aunque un reguero de sangre corre por el salpicadero, vuelvo a mi coche y llamo a la policía. Me piden que espere hasta que lleguen, pero que me meta en el coche, eso hago y sentada en mi coche poco a poco un sopor se fue apoderando de mí hasta que mis ojos se cerraron. Casi 20 minutos después la sirena de la policía con varios agentes dentro aparecieron ante mi, pero ni rastro del coche gris con la raya amarilla.
- ¿Qué hace aquí parada en la mediana? ¿ha bebido? aquí no puede parar. No vamos a tener más remedio que multarla.
yo no sabía que pasaba ni como había desaparecido el coche y estaba totalmente sola en el mío parada en la mediana.
-Espere - dije- mirando a todos incrédula- Yo los he llamado. había, había un coche y…sangre en el. Me han dicho que esperara aquí hasta que vinieran, me he metido en el coche como me dijo el señor con el hable por teléfono y me he quedado dormida, cuando he despertado el coche no estaba, ya lo ven.
Me empecé a poner nerviosa y asustada cuando comprendí que ninguno de los presentes me creía.
-Mi marido me está esperando para comer. Se asustara si no llego.
Nadie me creía, tampoco nadie hablaba, me miraban como si yo estuviera loca. Por fin el más joven dirigiéndose a mi me tomo del brazo, me aparto de los demás polis y me preguntó:
- ¿Sabe que hay confinamiento y que no se puede salir de casa?
-Claro que lo sé. Vengo de trabajar, llevo 24 horas en urgencias de un hospital y voy a mi casa, necesito ducharme, comer y descansar, mañana vuelvo a entrar a las 8 de la mañana. Por favor tiene que creerme.
- Puede enseñarme su acreditación.
¡horror! ¡se había quedado en el uniforme! con las prisas no la cogí de la solapa de mi uniforme, ya no sabía qué hacer para convencerlos. Empecé a llorar, mi llanto desconsolado pareció ablandar al policía que suspiro y me dio su móvil para llamar a alguien que corroborara lo que yo decía. Llamé a mi marido. Cuando oí que cogía el teléfono empecé a llorar otra vez, lo oía hablar al otro lado de la línea, pero yo solo podía emitir suspiros con el corazón encogido.
Mi marido se impacientaba y se ponía nervioso:
-Mari ¿Qué pasa? ¿Dónde estás? salgo ahora mismo por ti.
Yo no emitía palabra, por fin el policía cogió el móvil y hablo:
- Buenas tardes sr.
-Oiga- escuche decir a mi marido- ¿Quién es usted y que le pasa a mi mujer?
- Soy el agente Hernández de la policía Nacional, no se preocupe su mujer está bien, solo un poco nerviosa y por eso no puede hablar. No, no, ella no ha tenido ningún accidente, pero ha pasado algo muy raro, nos ha llamado por que había visto un coche accidentado y cuando hemos llegado la hemos encontrado en la mediana parada y no había ningún coche accidentado. Deme su dirección, un compañero va a ir a buscarle y lo acompañará aquí para que pueda llevarse el coche y su mujer debería ir al hospital.
-Perdone agente, del hospital es de donde viene ella, seguro que encasa se le pasará. Por favor que venga un compañero a buscarme voy a recogerla seguro que está agotada lleva 2 días sin salir del hospital.
Esta situación la viví después de permanecer en el hospital 48 horas seguidas
La calle estaba vacía, impropio a esa hora, ayer, todo era bullicio y aglomeraciones; miles de personas caminaban de prisa de un lado a otro. Hombres y mujeres trabajadores que terminada su jornada laboral deseaban llegar a casa para sentarse a la mesa con su familia, niños con sus carteras a la espalda salían del colegio para acudir a casa. Hoy, todo es silencio, nadie camina deprisa en busca de un plato de comida, las tiendas están cerradas, los bares con las persianas cerradas y las mesas recogidas. Todos están en casa.
¿He dicho todos? No! algún coche que otro, eso sí muy pocos pasan con una persona conduciendo, solo una dentro de cada vehículo, me fijo en un coche parado en un semáforo, me llama la atención una gran línea amarilla que lo atraviesa a lo largo. Dentro su conductor, mira al frente, su mirada, como ausente, perdida en la distancia. Unas lágrimas resbalan por sus mejillas dejando sus ojos brillantes pero sin expresión. Me imagino muchas cosas que le habrán podido ocurrir hoy para que se encuentre así: lo habrá dejado su novia, lo habrán despedido, Estará llorando por algún familiar, estas y muchas más historias bullían por mi mente.
El semáforo se puso verde y vuelvo a mirar al coche que esta a mi lado y un escalofrío recorre mi cuerpo, no hay ningún coche, ni ningún atasco, no hay nadie, estoy sola. Aprieto el acelerador, estoy deseando llegar a casa. ¿Lo habré imaginado todo? pero al coger una curva, veo el coche gris con una enorme línea amarilla pintada de puerta a puerta. Esta incrustado en la mediana mi miedo se acrecienta, ha chocado con el quitamiedos. Mi primera intención es seguir mi camino y llamar a la policía en cuanto pueda parar. Casi sin darme cuenta aminoro la marcha hasta detener el coche al lado del coche gris. Nadie pasa solo yo. con mucho miedo me acerco a la ventanilla del conductor y compruebo con estupor que no hay nadie aunque un reguero de sangre corre por el salpicadero, vuelvo a mi coche y llamo a la policía. Me piden que espere hasta que lleguen, pero que me meta en el coche, eso hago y sentada en mi coche poco a poco un sopor se fue apoderando de mí hasta que mis ojos se cerraron. Casi 20 minutos después la sirena de la policía con varios agentes dentro aparecieron ante mi, pero ni rastro del coche gris con la raya amarilla.
- ¿Qué hace aquí parada en la mediana? ¿ha bebido? aquí no puede parar. No vamos a tener más remedio que multarla.
yo no sabía que pasaba ni como había desaparecido el coche y estaba totalmente sola en el mío parada en la mediana.
-Espere - dije- mirando a todos incrédula- Yo los he llamado. había, había un coche y…sangre en el. Me han dicho que esperara aquí hasta que vinieran, me he metido en el coche como me dijo el señor con el hable por teléfono y me he quedado dormida, cuando he despertado el coche no estaba, ya lo ven.
Me empecé a poner nerviosa y asustada cuando comprendí que ninguno de los presentes me creía.
-Mi marido me está esperando para comer. Se asustara si no llego.
Nadie me creía, tampoco nadie hablaba, me miraban como si yo estuviera loca. Por fin el más joven dirigiéndose a mi me tomo del brazo, me aparto de los demás polis y me preguntó:
- ¿Sabe que hay confinamiento y que no se puede salir de casa?
-Claro que lo sé. Vengo de trabajar, llevo 24 horas en urgencias de un hospital y voy a mi casa, necesito ducharme, comer y descansar, mañana vuelvo a entrar a las 8 de la mañana. Por favor tiene que creerme.
- Puede enseñarme su acreditación.
¡horror! ¡se había quedado en el uniforme! con las prisas no la cogí de la solapa de mi uniforme, ya no sabía qué hacer para convencerlos. Empecé a llorar, mi llanto desconsolado pareció ablandar al policía que suspiro y me dio su móvil para llamar a alguien que corroborara lo que yo decía. Llamé a mi marido. Cuando oí que cogía el teléfono empecé a llorar otra vez, lo oía hablar al otro lado de la línea, pero yo solo podía emitir suspiros con el corazón encogido.
Mi marido se impacientaba y se ponía nervioso:
-Mari ¿Qué pasa? ¿Dónde estás? salgo ahora mismo por ti.
Yo no emitía palabra, por fin el policía cogió el móvil y hablo:
- Buenas tardes sr.
-Oiga- escuche decir a mi marido- ¿Quién es usted y que le pasa a mi mujer?
- Soy el agente Hernández de la policía Nacional, no se preocupe su mujer está bien, solo un poco nerviosa y por eso no puede hablar. No, no, ella no ha tenido ningún accidente, pero ha pasado algo muy raro, nos ha llamado por que había visto un coche accidentado y cuando hemos llegado la hemos encontrado en la mediana parada y no había ningún coche accidentado. Deme su dirección, un compañero va a ir a buscarle y lo acompañará aquí para que pueda llevarse el coche y su mujer debería ir al hospital.
-Perdone agente, del hospital es de donde viene ella, seguro que encasa se le pasará. Por favor que venga un compañero a buscarme voy a recogerla seguro que está agotada lleva 2 días sin salir del hospital.
Esta situación la viví después de permanecer en el hospital 48 horas seguidas
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