Ella me ha llamado en sueños con su tenebrosa voz. He sentido la palidez de su piel a través del frío que he escuchado en las ondas de su voz. Esta noche ella me ha llamado y sé bien que eso es imposible.
Los muertos no pueden llamar a los vivos a no ser que los vivos pierdan el juicio.
Ella me ha llamado, con su voz rota al igual que su garganta, que aun sangra delante de mi vista. Recuerdo aquellos chorros deslizándose por su camisón, imprimiendo el código de la muerte en su piel. Ella ha comprado el ticket hacia su destino final, pero yo he sido la que ha conducido por esas oscuras carreteras.
Ella me ha llamado, pero no le contesté, el miedo a lo desconocido me ha dañado en el alma al saber que ella no está y que nunca volverá. Sé seguro que ella me ha llamado porque pude escuchar lo mismo que me dijo por última vez.
Ella no está y nunca volverá porque nadie regresa del cielo o de donde se vaya cuando perece. Ella no puede hablar porque eso está en mi cabeza que sigue en aquel bucle donde esos chorros de sangre hacían que su vestido se pegara a su cuerpo tan esquelético que podía ver sus costillas y sus casi inexistentes pechos que una vez me alimentaron.
Ella me ha llamado, pero he vuelto la cabeza porque no quiero escucharla. Siempre me he sentido perdida en mis pensamientos, en un mundo que parecía ser ajeno a mi existencia.
Ella ha sido la asesina de mi vida, la que ha matado uno a uno mis sueños y deseos. Ella ha cortado mis manos al igual que mis alas, privándome de la libertad. Ella me ha matado sin usar un cuchillo porque su lengua era más afilada que cualquier objeto punzante.
Ella es mi asesina, pero yo he sido la que la ha mandado al infierno.
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DE ACUERDO
Ella me ha llamado en sueños con su tenebrosa voz. He sentido la palidez de su piel a través del frío que he escuchado en las ondas de su voz. Esta noche ella me ha llamado y sé bien que eso es imposible.
Los muertos no pueden llamar a los vivos a no ser que los vivos pierdan el juicio.
Ella me ha llamado, con su voz rota al igual que su garganta, que aun sangra delante de mi vista. Recuerdo aquellos chorros deslizándose por su camisón, imprimiendo el código de la muerte en su piel. Ella ha comprado el ticket hacia su destino final, pero yo he sido la que ha conducido por esas oscuras carreteras.
Ella me ha llamado, pero no le contesté, el miedo a lo desconocido me ha dañado en el alma al saber que ella no está y que nunca volverá. Sé seguro que ella me ha llamado porque pude escuchar lo mismo que me dijo por última vez.
Ella no está y nunca volverá porque nadie regresa del cielo o de donde se vaya cuando perece. Ella no puede hablar porque eso está en mi cabeza que sigue en aquel bucle donde esos chorros de sangre hacían que su vestido se pegara a su cuerpo tan esquelético que podía ver sus costillas y sus casi inexistentes pechos que una vez me alimentaron.
Ella me ha llamado, pero he vuelto la cabeza porque no quiero escucharla. Siempre me he sentido perdida en mis pensamientos, en un mundo que parecía ser ajeno a mi existencia.
Ella ha sido la asesina de mi vida, la que ha matado uno a uno mis sueños y deseos. Ella ha cortado mis manos al igual que mis alas, privándome de la libertad. Ella me ha matado sin usar un cuchillo porque su lengua era más afilada que cualquier objeto punzante.
Ella es mi asesina, pero yo he sido la que la ha mandado al infierno.